Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 26 de julio de 2009

Enrique marinero

El tema de la vuelta al mundo, de la primera circunavegación del planeta, tiene muchas interpretaciones y aún causa polémica cinco siglos depués. Un asunto que es ampliamente conocido en el sudeste de Asia es el caso de un esclavo malayo que Magallanes adquiró en 1511 durante su estancia en aquella zona, probablemente en Malaca. Le dió por nombre Enrique y lo llevó consigo en su viaje de regreso a Europa.

Cuando Magallanes emprendió en 1519 su famoso viaje alrededor del mundo, incluyó a aquel sirviente en la tripulación, una decisión que habría de ser mucha utilidad para la empresa debido al conocimiento que Enrique tenía de la lengua malaya, o de alguna de sus variantes en la región del sudeste de Asia. La escasa información que existe de este personaje indica que aprendió el idioma Español con mucha destreza y "hablaba muy ladino". Tendría alrededor de veinte años cuando regresó a su región de origen.



El itinerario de Magallanes en el archipiélago filipino
dibujo de Javier Obregón.

Es indiscutible la habilidad que mostraron los conquistadores europeos para enfrentar condiciones adversas en territorios desconocidos. Cierto es que a sangre y fuego, como dicen los libros de historia; pero también a través de una rápida comprensión de las circunstancias en que se encontraban, las claves del poder local, los usos y costumbres de los mútiples pueblos frente a las cosas materiales y ante la nauraleza, la vida sexual, y de manera fundamental los matices del idioma.

Hernán Cortés sería sólo la mitad de lo que fue sin la presencia de la Malinche, la Lengua, conocedora de idiomas en la cuenca del Golfo de México, Maya, Náhuatl, además del Español. De igual manera, para la expedición de Magallanes el esclavo-interprete resultó ser la llave de acceso al archipiélago filipino, donde la lingua franca era el Malayo.

* * *
La visión eurocéntrica de la historia hace que el viaje Magallanes-Elcano figure en los anales como la primera circunnavegación del mundo. Si lo miramos desde otra perspectiva, Enrique habría dado la vuelta alrededor de la Tierra desde su lugar de origen, Sumatra o Malaca, Europa y por el oeste hasta llegar a Filipinas.

En el diario del marino italiano Antonio Pigaffeta, que ofrece la crónica más detallada de ese viaje, se señala que llegaron el 28 de marzo de 1521 a las inmediaciones de Mindanao.

El jueves, habiendo visto durante la noche hogueras en una isla, por la mañana pusimos proa hacia ella, y estando a poca distancia vimos una barquita, que se llama boloto, con ocho hombres, aproximándose a nuestro navío.
Pigaffeta informa acerca del encuentro en lengua malaya:

El capitán tenía un esclavo nacido en Sumatra, a la que antiguamente llamaban Taprobana; probó a hablarles en la lengua de su país, le comprendieron y se colocaron a alguna distancia de nuestro navío; pero no quisieron subir a bordo y aún parecían temer el acercarse demasiado. El capitán, viendo su desconfianza, lanzó al mar un gorro rojo y algunas bagatelas atadas a una tabla. Las recogeron demostrando una gran alegría, mas se marcharon pronto, y supimos en seguida que iban presurosos a advertir a su rey nuestra llegada.

Un mes más tarde, el 27 de abril, aquel encuentro amistoso habría de convertirse en un enfrentamiento con los índigenas, que le costó la vida a Magallanes. Sebastián Elcano asumió entonces el control de la expedición y fue el encargado de regresar a Europa.
Muerto Magallanes, Enrique quedó a merced de los nuevos comandantes, quienes se negaron a darle su libertad. La historia cuenta que el traductor se alió a los locales (!él mismo era un malayo¡) y pasó el resto de sus días en su región de origen.

¿Cabe duda de quién dió vuelta al mundo por primera vez?

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(1) Mauricio Obregón. La primera vuelta al mundo. Magallanes, Elcano y el libro perdido de la Nao Victoria. Academia Colombiana de Historia, Plaza & Janés.Bootá, 1984.

(2) Baigorri Jalón, Jesús. La vuelta al mundo en ochenta lenguas: El intérprete de Magallanes. HISTAL, enero 2004.


(3) Néstor Palugod Enriquez. http://firstcircumnavigator.tripod.com/

viernes, 24 de julio de 2009

53 Congreso de Americanistas

El domingo 19 de julio se inauguró el 53 Congreso Internacional de Americanistas, encuentro que se realiza cada tres años desde 1875 en diversas partes del mundo. Esta vez, la ciudad de México y la Universidad Iberoamericana se encuentran inundadas por cerca de 4 000 visitantes armados de ideas y propuestas académicas acerca del acontecer de este continente.

El lema del Congreso es Cambios y continuidades. La construcción de lo propio en un mundo globalizado.

Arqueología, Antropología, Lingüística, Historia, Procesos Políticos, Educación, Filosofía, Ciencia y Tecnología, Cultura son algunos de los temas que se discuten en este multitudinario encuentro. Se trata en realidad de varios congresos simultáneos.

En particular me llama la atención el tema que se discutió el jueves 23 por la mañana: Comercio y Migración entre México, Perú y la Audiencia de Filipinas durante la época colonial. La coordinación del panel estuvo a cargo de Agnieska Dilawerska de Lagarde, del Instituto Luis Mora y Déborah Oropeza, de El Colegio de México.

En la presentación oficial de este encuentro se señala algo que hemos venido mencionando en este blog: "gracias a la ruta comercial de galeones que circulaban entre Manila y Acapulco se generó un importante movimiento migratorio entre Filipinas y la Nuevas España, en el que predominaron los habitantes de Asia sureste, entre los cuales hubo gente libre y esclavos. La afluencia de asiáticos al territorio novohispano jugó un papel importante en la formación de la sociedad colonial mexicana". Se agrega que:
En la historiografía de América española se tiende a subestimar la importancia del comercio transpacífico en el desarrollo de la economía novohispana. Algunos historiadores se enfocan solamente en los vínculos económicos de Nueva España con Europa a través del Atlántico.
El simposio realizado ayer tuvo el propósito de contribuir al cambio de este enfoque, presentando las dimensiones reales del comercio transpacífico.
Gracias a la ruta comercial de galeones que circulaban entre Manila y Acapulco, se generó un importante movimiento migratorio entre Filipinas y la Nueva España, en el que predominaron los habitantes de Asia sureste, entre los cuales hubo gente libre y esclavos. La afluencia de asiáticos al territorio novohispano jugó un papel importante en la formación de la sociedad colonial mexicana. Por su lado, el movimiento migratorio desde Nueva España a Filipinas, fue dominado por soldados reclutas, religiosos y los convictos desterrados a Filipinas. Sin embargo, hubo españoles, quienes después de hacer su servicio militar en Filipinas, se dedicaron con gran éxito al comercio con Nueva España, como fue el caso de los hermanos Manuel y Francisco San Juan de Santa Cruz.
Asimismo, en la Audiencia de Filipinas podemos observar la presencia de marineros y soldados europeos que trabajaron al servicio de los españoles, después de haber sido sujetos a la reconciliación secreta con el catolicismo por la Comisaría de la Inquisición de Manila. La composición demográfica de la migración hacia la Audiencia de Filipinas durante el período colonial contribuyó a la creación de una muy peculiar sociedad colonial de Filipinas, en la que convivieron los europeos, los asiáticos, los americanos y los africanos, estableciendo entre ellos importantes relaciones económicas de interdependencia.
Felizmente, el encuentro de expertos que han dedicado décadas a la investigación de archivos en varias partes del mundo da pie a estos nuevos enfoques. Alegra saber también que nuevas generaciones de estudiosos están tomando en sus manos estos temas de interés fundamental para el conocimiento de la formación de nuestras sociedades.

Filipinas y Las Molucas

jueves, 23 de julio de 2009

Portugal en la Indias

"Los primeros barcos portugueses que salían del Tajo hacia la lejanía incógnita habían servido al descubrimiento; los segundos procuraban establecer relaciones comerciales con los nuevos territorios descubiertos, en un plan pacífico. La tercera flota ya presenta en su equipo un carácter guerrero" (1)
Este triple ritmo, afirma Stefan Sweig, caracterizará toda la época colonizadora portuguesa sobre África e India, que da inicio precisamente el 25 de marzo de 1505, con la salida de la enorme flota comandada por Francisco de Almeida, con 22 naves, 1,000 marinos y 1 500 soldados. Lleva en sus manos el nombramiento de Virrey de la India y está dispuesto a asumir el cargo a sangre y fuego.
Durante ese siglo se repetirá el mismo proceso: primero se erigirá la factoría; luego, la fortificación para su pretendido amparo. Al principio se negociará pacíficamente con los dominados indígenas; después, así que se disponga de un número suficiente de soldados, se les tomarán las tierras y, con ellas, toda la mercancía.
Diez años han pasado apenas y Portugal, en medio sus nacientes propiedades, ya no se acuerda de que única ambición era tener una modesta participación en el comercio de las especias de Oriente. Los buenos propósitos se desvanecen muy pronto en la bienandanza, desde el día en que Vasco da Gama entra en las Indias, siente Portugal el prurito de echar fuera a las demás naciones. Considera el África, las Indias y Brasil como un coto particular. En lo sucesivo, desde Gibraltar a Singapur y a la China, ningún barco cortará los mares ni se atreverá a nadie el tráfico en todo el hemisferio si no pertenecen a la nación más pequeña de la pequeña Europa.
El momento de España se está cumpliendo en ese momento en América, donde Cortéz y Pizarrro avanzan, irrefrenables, en México y en Perú. Vista en esa perspectiva, la expansión española hacia el Pacífico es tardía si se compara con la de Portugal. Tratarán de ganar tiempo en la carrera hacia las Indias y por ello Carlos V y su hijo Felipe II se esfuerzan por enviar expediciones al Poniente desde el continente americano.

Sería un marino portugués, un fidalgo, quien a los 24 años formó parte de la armada de Almeida, el que entregará a la Corona Española el preciado acceso al Pacífico desde América: Fernando de Magallanes. "Con lo que desperdiciaba Portugal se encumbraba Castilla". Los reyes de España tuvieron el buen sentido de oir a Colón y a Magallanes en dos momentos cruciales de la historia (2).
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(1) Stefan Zweig. Magallanes Historia del primer viaje alrededor del mundo. Ed. Juventud, Barcelona, 1990.
(2) Mauricio Obregón. La primera vuelta al mundo. Magallanes, Elcano y el libro perdido de la Nao Victoria. Academia Colombiana de Historia, Plaza & Janés, 1984. Introducción de Germán Arciniegas.

La ruta de la especiería


La mercancía pasa de mano en mano

¡y por cuántas ha de pasar hasta llegar, a través de desiertos y mares, a las del consumidor!

Como siempre, la primera mano es la que peor se paga: el esclavo malayo que coge las flores frescas y, con los haces sobre su morena espalda, las lleva al mercado, no recibe otro salario que el del propio sudor. Pero su dueño ya empieza a sacar provecho del negociante mahometano que le compra su carga y la lleva, en una mala embarcación a remo, bajo el incendio del sol, ocho, diez o más días de las islas especiarias, hacia Malaca -en las cercanías de la actual Singapur. Aquí está ya al acecho la primera araña dispuesta a sacar jugo, el señor del puerto, un poderoso sultán, exige un tributo del negociante para la descarga. Una vez satisfecho el tributo, el romántico producto puede ser transportado a otra embarcación más grande, y vuelve a resbalar lentamente, impelido por el ancho remo o la vela cuadrilátera, de una a otra costa índica.

Transcurren meses en ese monótono avance, y vienen las esperas interminables, cuando cae el viento bajo un cielo ardiente, sin nubes; y el esquivar los tifones y huir de los corsarios... Trabajoso hasta lo indecible y rodeado de peligros es ese transporte a través de dos, de tres mares tropicales; casi siempre, de cada cinco barcos sucumbe uno por el camino, bajo la tormenta o el asalto de los piratas.

El comprador de la mercancía bendice a Dios cuando ha podido dar felizmente la vuelta a Camboya y alcanza por fin Ormuz o Aden y, con ello, el paso a la Arabia feliz o a Egipto. Pero no es menos deficiente la forma de fletamento que aquí empieza, ni menos arriesgada. Largas hileras de millares de resignados camellos esperan en aquellos puertos de transición. Dóciles a la señal de su dueño, se arrodillan, y un saco detrás de otro, los haces de pimienta y de nuez moscada vienen sobre el lomo de aquellos barcos de cuatro patas que oscilarán lentamente a través del mar de arena.

Durante meses las caravanas árabes llevan las mercancías índicas, por Basora, Bagdad y Damasco, y Beirut y Trebisonda, o por Dsehidda al Cairo, nombres que resuenan con las maravillas de Las mil y una noches.

Antiquísimas son esas largas rutas a través del desierto, y familiares a los mercaderes desde el tiempo de los faraones y de los bactrianos. Pero no menos las conocen, por desgracia, los beduinos -esos piratas del desierto-. A veces un ataque osado y rápido aniquila en un momento el fruto adquirido y defendido a duras penas durante muchos meses. Lo que habría escapado felizmente de las tempestades de arena y a los beduinos, tienta la codicia de otros: emires de Hedscha, sultanes de Egipto y Siria, que exigen el tributo, y costosísimo por cierto, para cada fardo -se calcula en cien mil ducados lo que se recauda anualmente por derechos de pasaje de especias solamente en Egipto.

Y por fin, cuando el cargamento ha alcanzado la desembocadura del Nilo cerca de Alejandría, le espera un nuevo usufructuario, y no el menos exigente, en la flota de Venecia. Desde la pérfida abolición de la competidora Bizancio, la pequeña República de Venecia se ha apropiado el monopolio del comercio oriental de las especias; la mercancía, en vez de ir directamente a su destino, ha de pasar por el Rialto, donde los factores alemanes, flamencos e ingleses la encarecen. Y de allí, en carros de anchas ruedas, atravesarán las nieves y los hielos de los pasos alpinos las mismas especias que dos años antes brotaba al sol tropical, hasta dejarlas en poder del tendero europeo y, por ende, en manos del consumidor.
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Fragmento de Magallanes: Historia del primer viaje alrededor del mundo de Stefan Zweig. Editorial juventud, Barcelona, 1990. Traducción de José Fernández.

miércoles, 22 de julio de 2009

Carrera por las especias




Al hablar de la historia de las Filipinas es obligado referirse al comercio de las especias, aunque diversas investigaciones han confirmado que el fenómeno dista un poco de ser tan portentoso como se describía.


A lo largo de 250 años en que operó la ruta del galeón de Acapulco (de 1565 a 1815) fueron transportadas muy diversas mercancías y sobre todo, como se ha subrayado en este blog, personas de todas las condiciones y orígenes que dieron vida a una nueva cultura a ambos lados del Pacífico.
William Lytle Schurtz constituye una autoridad en los estudios del galeón pues con su obra The Manila Galleon, publicada en 1939, logró compilar gran cantidad de información y separarse de una visión colonial, heróica y rosada, que dominaba la historiografía del siglo XIX y principios del XX.
El principal acierto de su obra es colocar en una perspectiva geoestratégica la evolución del comercio transpacífico, al describir las diversas etapas como una sorda lucha entre los poderes coloniales de España y Portugal, así como el arribo a la escena del Pacífico sur de las fuerzas de Inglaterra y Holanda en el siglo XVII. Cabe señalar que su trabajo corresponde a una visión de los nuevos dueños de Filipinas al inicio del siglo XX, los estadounidenses, quienes iniciaron las grandes compilaciones y traducciones de documentos al idioma inglés, fundaron escuelas de investigación histórica y desarrollaron criterios más rigurosos para el análisis de los temas.
Su obra tiene el acierto de colocar el tema de la desaforada búsqueda de las especias por parte de los poderes europeos del siglo XV como el motor de las grandes empresas marítimas que permitieron el descubrimiento de las rutas hacia el remoto rincón de las Molucas. Afirma que “el centro de la acción española en las Indias orientales, el objetivo primero de España fueron las Molucas, o Islas de la Especiería, base del comercio más provechoso en aquel tiempo".

Los viajes de Magallanes y de Legazpi no fueron sino resultado de lo que Colón y sus compañeros habían tratado de hacer y que la barrera del continente americano -las nuevas Indias- les habían impedido.


Sin embargo, para los españoles era un logro tardío, ya que los portugueses, rodeando África, habían ocupado ya lugares estratégicos para el tráfico comercial con el Oriente. Ejemplo de ello: Vasco de Gama alcanzó por vez primera en 1498 el codiciado puerto comercial de Malaca , en la península malaya, a donde llegó desde los dominios portugueses en la costa malabar de la India.
En 1509 Diego Lopes de Sequeira lanzó un ataque militar contra el puerto de Malaca. Entre los atacantes se encontraba el joven Fernando Magallanes. Dos años más tarde el Virrey de India Alfonso de Albuquerque ocupó la ciudad, y desplazó al poder local malayo, lo que permitió a Portugal dominar el comercio de especias. Desde Malaca, Albuquerque envió a Antonio de Abreu al este de las Molucas, fuente de las especias. En el viaje de regreso, Francisco Serrao -amigo de Magallanes y uno de los capitanes de Abreu, descubrió Mindanao y fue el primer europeo que desembarcó en Filipinas. Ello fue en 1512. Ese mismo año los portugueses establecieron una factoría en Ternate, islas Buena Esperanza.
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William Schurtz. The Manila Galleon, pp. 46-48.

martes, 21 de julio de 2009

Influencia mágica de la especiería

En la Edad Media los atributos árabe, persa, indostánico, se identificaban con los conceptos de exhuberante, refinado, distinguido, cortesano, costoso y precioso. Ningún artículo tan apetecido como la especiería. Era como si el aroma de las flores orientales hubiera enajenado con su mágica influencia el alma de Europa.

Precisamente porque, con el aceite de la moda, es tanta la demanda, la mercadería índica se mantiene a altos precios, que van subiendo. Hoy son poco menos que incalculables las curvas de aquellos precios en continua alza, ya que todas las tablas caen en lo abstracto, y es aún más fácil hacerse cargo de la loca supervaloración de las especias por vía óptica, recordando que la misma pimienta que hoy hallamos a libre disposición en cualquier mesa de fonda, y que se prodiga como si fuera arena, al principio del segundo milenio era contada por granos y casi tan apreciada al peso como la plata. Tan sólido se consideraba su valor, que eran varios los Estados y ciudades que calculaban a base de pimienta, como si fuera un metal noble: a cambio de pimienta se adquirían haciendas, se pagaban dotes y se obtenía el derecho de ciudadanía; príncipes y ciudades cobraban tributo en pimienta, y cuando en la Edad Media se quería ponderar la riqueza de un hombre, se le motejaba de saco de pimienta.

El jengibre, la canela, la quinina y el alcanfor se pesaban en balanzas de orfebre o de boticario, tomando la precaución de cerrar puertas y ventanas, no fuera que una corriente de aire aventara ni siquiera un dracma de polvo precioso. Absurda podrá parecer hoy esta valorización, tanto como justificada la vemos en cuanto consideramos las dificultades y el riesgo del transporte.

Oriente y Occidente están en aquel entonces a una distancia imponderable entre sí. ¡Cuántas dificultades y obstáculos tienen que vencer los buques, las caravanas y los carros en sus trayectos! ¡Qué odisea han de afrontar cada grano, cada flor, desde que se cosechan en el archipiélago hasta que, llegados a la última playa, descansan en el mostrador del tendero europeo! Ninguna de esas especias es en sí misma una rareza. Allá, a la otra parte del globo terráqueo, crecen los tallos de canela de Tidore, los clavos de Amboina, las nueces moscadas de Banda, los arbustos de pimienta de Malabar, con la misma prodigalidad y espontaneidad que los cardos de nuestro suelo. Y allá en las islas malayas, un quintal de ellos no tiene más valor que en Occidente lo que cabe de los mismos en una punta de cuchillo.

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Fragmento de Magallanes: Historia del primer viaje alrededor del mundo, de Stefan Zweig. Ed. Juventud, Barcelona. Traducción de José Fernández.

sábado, 18 de julio de 2009

El secreto de Urdaneta

History Channel lanzó recientemente un documental sobre la gesta marítima de fray Andrés de Urdaneta. Se puede ver en la red y está colocado en este blog, en la lista de sitios de interés. Patrocinado por el gobierno vasco, recoge los puntos de vista de historiadores y apasionados del tema en España, México y Filipinas. De verdad, vale la pena verlo.

En opinión de diversos historiadores, es equivocado considerar que el descubrimiento de la Tornavuelta se atribuya a un sólo hombre, Andrés de Urdaneta. Las fallidas expediciones anteriores debieron haberle dado ideas y puntos de referencia para la solución del principal problema náutico de su época. Contaba con buenas relaciones que sabían del asunto, como el propio Legazpi, el Virrey y los padres agustinos. Tenía amplia expriencia en la navegación, como lo atestigua su insistencia en zarpar de regreso en la temporada de los vientos favorables. Dejó Cebú en el momento más acertado, casi en junio, con monzones del oeste, y tomó la ruta más corta para encontrar los vientos del oeste.

Hemos dedicado más tiempo a la aventura del patache San Lucas por varias razones: porque es poco conocida; porque tiene ese interesante sabor mexicano y porque demuestra cómo un descubrimiento mayúsculo como el de Urdaneta es obra de muchas personas y de experiencias acumuladas. Asi es la historia, acumulación de muchas vidas que encuentra en algún punto inesperado la expresión renovadora de un descubrimiento científico o de una obra de arte.

El descubrimiento de Urdaneta repercutió inmediatamente tanto en la Nueva España como en Europa, pues se confirmó al control español del archipiélago filipino, el comercio con el oriente y lo que se dió en llamar El Lago Español, es decir, el inmenso mar Pacífico (1).

A su regreso, el monje navegante fue recibido con grandes honores por la Real Audiencia de México y fue enviado a España para dar cuenta al monarca del buen comienzo de la conquista de las Filipinas y del trascendente descubrimiento de la ruta de retorno, así como para entregar personalmente las cartas de que era portador y que le dirigían el Adelantado López de Legazpi y la propia Audiencia (2).

Urdaneta llegó a Madrid en abril de 1565. Felipe II lo recibió en Valladolid y lo puso en contacto con una junta de cosmógrafos a quienes mostró las cartas geográficas, las relaciones y los libros de bitácora de los viajes hacia el oeste y hacia el levante. En esta junta sostuvo Urdaneta "con gran valor y ciencia su antigua opinión de que las Filipinas y el Maluco sí estaban dentro del empeño o compromiso hecho por el Emperador Carlos V al Rey de Portugal en 1529".

En 1567 Urdaneta estaba de regreso en México, en su convento de San Agustín.

Falleció en la ciudad de México en junio de 1568, a los 60 años.

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(1) OK Spate The Spanish Lake, p 103.

(2) Martha de Jarmy Chapa. La expansión Española hacia América y el Oceáno Pacífico. II La Mar del Sur y el impulso hacia el Oriente. Ed. Fontamara. Primera Edición mexicana, 1988. pp. 168 - 177.

viernes, 17 de julio de 2009

Theatrum Orbis Terrarum

Probablemente el primer mapa que resume el nuevo nivel de conocimiento acumulado por las múltiples exploraciones del siglo XVI en la región asiática. Forma parte de una serie elaborada por Abraham Ortelius (1527 -1598).

El cartógrafo flamenco sirvió a la corte española y creó una serie de mapas de una gran precisión, que recoge la información proporcionada por comerciantes, misioneros y exploradores de esa época. Aún cuando siguen apareciendo las imágenes de misteriosas sirenas y monstruos marinos que denotan una mentalidad medieval, se trata de un trabajo científico muy avanzado, por el grado de detalle sobre espacios poco conocidos y la utilización de mediciones geográficas modernas.

En la mentalidad de personas ilustradas, como Ortelius, se reúne la condición de quien transita hacia una nueva época, el período barroco, caracterizado por el nivel de conflicto pero también por la creatividad cultural, que en España es reconocida como el Siglo de Oro, en referencia al siglo XVII.

Ortelius llamó a la serie de mapas Theatrum Orbis Terrarum, o el Teatro del Mundo Terrestre, muy apropiado para describir la nueva realidad del mundo que apenas levantaba el telón.

lunes, 13 de julio de 2009

El barco perdido (7)


Tres meses en altamar estuvo el patache San Lucas. El comandante Don Alonso de Arellano describe las penurias que los tripulantes vivieron al final de su viaje, aunque utiliza el curioso lenguaje marinero:
Ansí venimos corriendo, con harto trabajo por no haber pedazo de vela con que poder remendar las velas y ansí cortábamos la bonetas para remendar los papaigo; y después que no habia bonetas, cortábamos de los propios papaigos para remendar las demás y el hilo con que se cosía era hilera, dimos tras los cordeles de pescar y otros mecates delgados.
Es decir, cortaban paños (bonetas) para remendar las velas mayores (papahígos), luego usaron los cordeles y, muy a la mexicana, mecates.

Escasea el agua y aumentan los ratones
Demás de este trabajo creóse tanta cantidad de ratones que a palos andábamos tras de ellos y como había poca agua y ellos no tenían de qué beber, arrataban las pipas, de manera que se nos fueron las dos de ellas en dos horas, que nos pusieron en tanto trabajo, que no pudo ser mayor, según la parte en que estábamos, que eran trescientas leguas de la costa de Nueva España y con solas tres pipas y de éstas le
faltaba a cada una cuatro o cinco arrobas.

El viento brisa nos duró veinte días y en todos veinte no trujimos más velas de los papaigos y mar mucha, comenzónos a dar en treinta y ocho grados y dejónos en veintisiete pero el camino que hacíamos era al sueste, porque el viento era nordeste.
Acordamos hacer vela a los ratones (vigilar) de día y de noche con lumbre encendida debajo de cubierta y cuatro hombres de cada guardia, y ansí mataban cada noche veinte y trainta ratones.

Dejado que nos hubo la dicha brisa se halló el piloto cien leguas de la Nueva España y el viento en el norte, por cierta diferencia que él decía haber en el aguja.
El día que se hizo con la tierra que fué martes en la noche, a 16 de Julio, mandó se hiciese buena guardia y luego otro día al cuarto del alba se levantó y me llamó diciendo viniese a ver la tierra de la Nueva España y en viéndola dimos muchas gracias a Nuestro Señor Jesucristo por las mercedes que nos había hecho.
Venido el medio día que estábamos cerca de la tierra tomó el piloto el sol en veintisiete grados y tres cuartos.
Escorbuto
La tierra era una punta de una ensenada grande donde cae la isla de Corones. Estando tanto avante como la punta de la California, e yéndola atravesando esta noche, cargó tanto tiempo del oeste al noroeste, que nos dió un golpe de viento y mar y agua del cielo, que no sabíamos si íbamos por tierra, si por mar y con la gran fuerza del viento, se les destomó la vela a los que la tomaban, que no se pudo tomar por mucho que se hizo y ansí descalabró a dos o tres y a dos echó por la cubierta. Yendo con este trabajo, nos dió un golpe de mar por la banda de estribor que entró todo el navío y dió en la bitácora y echó a la aguja y a todo lo demás y a la lumbre que dentro estaba por la cubierta y al del timón lo mismo y ansí nos quedamos sin lumbre y el navío atravesando y medio zozobrado metido debajo del mar.
La gente estaba turbada, que no había quien acudiese ni acertase con cabo ninguno por la grande escuridad que hacía y también por estar toda la gente enferma de la grande hambre y sed que han pasado y pasaban y aunque hubieran que comer no podían, porque a todos se les andaban los dientes y les creció mucha carne de la boca, tanto que les tapaban las encías y en tocando en cualquier cosa se les caían los dientes.
Plugo a Nuestra Señora que arribó el navío y la vela mayor se hizo pedazos y la cebadera y bonetas que dentro estaban se las llevó la mar y ansí yendo corriendo, con sólo el trinquete, que ya no teníamos otra vela. Prometimos llevar a Nuestra Señora este papaigo a su Casa de Guadalupe en México.
En esta travesía fuímos corriendo con este tiempo, hasta la mañana que nos dejó de tal manera que nosotros y el navío no estábamos para ver.
Martes postrero del dicho mes (julio) vimos al otro día la tierra de la otra banda de la California y tomó el piloto el altura en veinticinco grados y medio y dijo que había distancia de donde estábamos al puerto, 150 leguas y el otro día que fué primero de agosto vístonos con pocas velas y que en el navío no había dos varas de lienzo, acordó el piloto que de las frazadas que teníamos para dormir se hiciesen las bonetas para aprovecharnos de la virazón de medio día y con la ayuda de Nuestro Señor y con la buena industria, llegamos al Puerto de la Navidad a 9 de agosto de 1565.
Firman: Don Alonso de Arellano, comandante, y Lópe Martín, piloto

domingo, 12 de julio de 2009

El barco perdido (6)


Con la proa a Nueva España

El 22 de abril de 1565 el patache San Lucas se hizo al mar en un camino incierto, casi 9,000 kilómetros al otro lado del Pacífico. Aunque es verificable en cuanto a su recorrido, la narración abunda en extrañas historias que, a los ojos de historiadores modernos arroja serias dudas sobre el propósito del comandante Arellano. La razón más plausible sería su interés de librarse de la acusación de traición, por lo que le da color a su propia narración.

Afirma que en su recorrido hacia el noreste lograron ver islas que forman parte de China, lo que parece poco creíble por la distancia que los separaba del continente era enorme. Ciertamente vieron fauna poco conocida para ellos: en una peña en medio del mar vieron alcatraces (especie de pelícanos) enormes; les siguieron unas pardelas (gaviotas) "dando muchos gritos de día y de noche y tan espantosos que ponían grima a quien las oía, por ser aves que jamás marineros las habían visto gritar".
Dentro de ocho días nos hallabamos en cuarenta y tres grados por causa de las corrientes con harto trabajo y estando ansí, vimos venir nadando a bordo un perrillo de la mar con sus pies y manos y cola y orejas, naturalmente un raposo (¿focas?), y después vimos otros y uno se vino a bordo y nos comenzó a ladrar, cosa de que todos nos admiramos, porque entiendo que no ha ninguno que los haya visto; también vimos por este golfo pajes puertos del tamaño de una vaca (probablemente marzopas o delfines).
La parte que resulta más insólita de la narración es que en esa latitud comenzaron a pasar un frío invernal, a pesar de ser el mes de mayo. "Hay grandes cerrazones (niebla), tanto que en treinta días no vimos sol ni estrella y ansí venía el piloto corriendo a tiento y por experiencia. Aquí via a once de Junio, día de San Bernabé, que es el mayor día de todo el año conforme a la altura que estábamos, nevada toda la cubierta. Teníamos una bota de aceite y se heló de tal manera que si no fué puesta al fuego no quería salir y aun ansí salía a pedazos, como manteca".

Se les acabó el mapa

¿qué explicación podría darse a este fenómeno, sino calificar al comandante Arellano de fantasioso? o quizás basta creerle que la neblina les impidió medir la latitud en que se hallaban:
Un día tomó el sol por que este día fué claro y el primero que vimos al cabo de un mes; hallámonos en cuarenta y tres grados y aunque quisiera enmendar el punto que en la carta (el mapa) traía para ponerla en los cuarenta y tres grados no había en la carta más mar y ansí mandó correr al este por no subir más altura y por llevar tiempos hechos y ansí iba el navío por los cuarenta y tres grados y el punto de la carta por los cuarenta por la falta dicha".
El hecho es que sus contemporáneos le creyeron. El conocimiento que se tenía de esas latitudes era muy escaso y así se mantuvo por al menos un siglo después.

El famoso mapa de Ortelius de 1570 sólo confirma la percepción prevaleciente en aquella época en los círculos más educados de Europa: había comunicación por tierra en algún punto muy al norte entre los contientes de Asia y América. Se conformaba la idea de que el Pacífico sería, como lo fue, el Lago Español.

Los tripulantes del patache San Lucas sabían que debían dirigirse a una isla llamada Pago mayor y así lo hicieron por varias semanas. Vieron aves que les indicaba la cercanía de tierra firme:
(...) creo que son de la tierra firme de la China, la cual viene a fenecer muy cerca de la Nueva España, por las señales que vimos en las dos tercias partes del camino y ansí viniendo por los cuarenta grados entendiéndose estar cerca la China de la costa de la Nueva España hasta quinientas y treinta leguas, poco más o menos, conforme a el punto que el piloto traía por la carta.
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Mariano Cuevas,Op. Cit. Pp. 230 -231.

sábado, 11 de julio de 2009

Distorsiones

La Universidad de Texas posee una colección de mapas conocidos como los Atlas Laferis, que reúnen esquemas geográficos producidos para cierto tipo de coleccionistas europeos interesados en los avances de las exploraciones en el mundo. En este acervo se localiza el mapa en forma de corazón elaborado por Giovanni Cimberlino en 1566. El mundo conocido se muestra desde el polo norte, con las deformaciones resultantes.

Debido a que el mapa del italiano coloca en primer plano a Europa y el Atlántico, los extremos orientales se deforman y, en este detalle, Mexico (Massigo) aparece casi pegado a China (Catay) y a Filipinas.
El Mar del Sur, como se conocía al Pacífico, era apenas una estrecha separación de agua.

El barco perdido (5)

Motín y retorno

En febrero de 1565, el comandante del patache San Lucas decidió quedarse en Filipinas para esperar a la Armada de Legazpi uno o dos meses. Para ello ordenó que se buscara agua y leña, y dispuso reparar la nave "aunque contra la voluntad del Maestre y de algunos de los del navío, porque, decían que ellos no habían venido a la China para cortar palos, sino que llegando habían de cargar de oro". Varios marinos se sublevaron, pero logró someterlos y al disparo de un arcabuz que dió en el pecho de uno de los conjurados, se calmaron los ánimos.
Amenazados los amotinados con la horca, por fin se rindieron todos los demás. A poco vinieron muchos Principales de la isla. Algunos de ellos traían orejeras de oro muy fino. Traían los dientes taladrados y esmaltados con granos de oro, encajados de tal manera que no habría platero que tan sotilmente lo labre. Todos estaban bien aderezados de sus personas y armas, las cuales son alfanjes tan buenos que de una cuchillada cortaron un ternero por medio, e dagas tan buenas como las nuestras.
De repente el Vibán que era el nombre que daban al Principal del pueblo desapareció. Decían que se había ido a cazar venados. Al cabo de la semana, volvió con cuatro Principales y con indios cargados de venados, asados en unos chiquihuites.
El 2 de marzo, los españoles vieron movimientos sospechosos de los indígenas que podría anunciar un ataque, por lo que decidieron salir de la zona, no sin dejar "muchas cruces y una botija al pie de una cruz, porque si la Armada (de Legazpi) viniese, supiese lo que nos había sucedido y el derrotero que llevábamos en su busca (...) y no sabiendo qué camino llevásemos porque volviéndonos a meter en estas islas era perdernos". Decidieron entonces regresar a la Nueva España "pues se acercaba el verano y metidos en la altura por la parte del norte, nos cuadrarían los tiempos y ansí era mejor".

Hcicieron sus cálculos: ocho pipas de agua y veinte quintales de mazmorra, que es el residuo de galleta hecha pedazos. En ese caso también se había mezclado el haba y el garbanzo. "hice proveer un hombre que tuviese cuenta de ello y todas las veces que se daba ración, bajaba uno de nosotros a verlo, pues nos iba la vida".
Sabida por algunos la determinación mía, andaban medio amotinados y que hasta la Nueva España había dos mil leguas, que llevábamos ruín recaudo de bastimentos y ansí quisieran ir más a los Malucos que no venir acá. Pero mi determinación era lo que tengo dicho y dejarlo en las manos de Dios y de su bendita Madre en el nombre de quien dejamos la isla de Cabos (la última al norte del archipiélago).

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Mariano Cuevas, op. cit. pp. 224 -225.

viernes, 10 de julio de 2009

El barco perdido (4)

El recuento de Arellano continuó en el sentido de mostrar que habían llegado a Mindanao, en la parte sur de Filipinas, donde encontraron indígenas acostumbrados a ver extranjeros e incluso conocedores de la religión católica.
Venida la mañana, que fué a postrero del dicho mes de Enero, vinieron tres indios a un cerro alto, frontero del navío y comenzaron a dar voces. Dijéronle al piloto por señas que saltasen a tierra; él les dijo que viniesen al batel. Uno de ellos se arremangó para entrar en él y los otros no se lo consintieron. Entonces el piloto les echó un bonete colorado en tierra y tomaron y alzaron las manos hacia el cierlo, como señal de paz. Venían vestidos de algodón con sus dagas en la cinta y tablachinas (escudos) y lanzas y en esto conocimos que estábamos en las Filipinas, así como en el buen tratamiento de ellos.
Por la tarde aparecieron en la playa como treinta o cuarenta indios con sus lanzas y tablachinas. Delante de ellos venía uno que era el Principal a quien todos respetaban. Hiciéronos señas de que fuésemos a tierra y ansí fuimos el piloto y yo. Y al tiempo que saltábamos, este Principal se metió en el agua y tomando una poca de ella, comenzó a persignarse como uno de nosotros y dijo por señas que lo hiciésemos así, porque ansí se debe hacer la paz entre ellos. Para más confirmar la paz sacó su daga que en la cinta tenía e hízonos señas que se quería cortar en la barriga o en el brazo para sacarse sangre, para confirmar más la amistad; yo le quité la daga y le dije que sin eso, teníamos mucha amistad y ansí quedó contento.
Muestras de amistad.
Sacaron una cañas muy grandes y gordas, llenas de vino y antes de que nosotros las bebiésemos, bebió el Principal una vez, delante de nosotros, por darnos a entender que era cosa buena y sin ponzoña y ansí bebimos sendas veces: era el vino dulce, requemaba un poco como genibre, tenía la color como agua de canela. Se holgaron todos ellos en ver que bebíamos su vino sin asco y diéronos cantidad de cañas dules; nosotros les dimos de lo que teníamos y al Principal un pedazo de hierro que lo tuvo en mucho. Preguntámosle si había en la tierra vacas y cabras y dijeron que si y señalaban con las manos unos cuernos muy largos. Ellos se fueron contentos y nosotros mucho más con las mercedes que nuestro Señor nos había fecho.
Luego a otro día, que fué el primero de Febrero, vino el Principal con obra de doscientos indios cargados de puercos y gallinas de Castilla y unos perrillos como raposos y arroz y miel, cera, incienso y muchas cañas dulces tan gordas como un brazo y también trajeron naranjas y limones y plátanos de tres maneras.
Y hay allí muchas porcelanas muy buenas y muy finas, con pinturas de diferentes maneras, el cual barro de estas porcelanas es tan fuerte que tomando un pedazo de ella, corta un clavo como una lima, la cual experiencia la hice con un clavo.
Comenzamos a rescatar (hacer trueque) algunas cosas de comida porque teníamos mucha necesidad. No querían trocar sino por hierro, que es la cosa que ellos tienen en más. Nos preguntaban que de hacia donde veniamos: respondímosles por señas que de hacia Levante, que éramos vasallos de Su Majestad y ellos alzaban las manos al cielo y se holgaban mucho de estar allí con nosotros, aunque recelaban, porque decían haberlos hecho mal otra gente que se parecía a nosotros (¿portugueses?).
Al día siguiente vinieron las mujeres, todas muy bien vestidas con sus nagoas largas (*) y unas camisas muy galanas, con unas tocas muy delgadas en la cabeza. Holgáronse mucho con vernos, se les dió algunas cosillas que convenían para mujeres y sendos pedazos de hierro. Ellas me dieron a mí una toca de palma muy galana y otra al piloto y a Pedro de Rivero; las cuales eran de muchos colores. También nos dieron un puerco muy bueno y otro mataron allí y convidáronos a comer.
(*) Nagoas, enaguas, forma mexicana de llamar a la falda de las mujeres.

jueves, 9 de julio de 2009

El barco perdido (3)

15 de enero de 1565. Continúa el recuento de Don Alonso de Arellano:

En un grupo de islas, de las cuales la principal se llamaba Uruasa, fueron recibidos por los indígenas "en más de mil canoas, pero armados y con muy mala catadura". Este es el tipo de comentarios que ha causado tantas dudas a los historiadores, por su exageración.

Algunos treparon a bordo y sin más, se pusieron a robar de lo que encontraron. Por fin encontraron los mexicanos un canal por dónde salir, como lo hicieron más de prisa "y con esto nos zafamos de ellos y con soltar las demás velas de la nao, quedaron muy enojados unos con otros por vernos ir zafos de sus manos".
Plugo a Nuestra Señora, que no vinieron entonces los indios, porque de venir, nos hallaban cansados del trabajo del día y de la noche y no había en el navío cosa que de comer fuese, porque lo que nos dieron en el Puerto de Navidad para bastimentos, estaba podrido todo y dañado, no por falta de beneficio, sino que debió de ser constelación de la tierra; demás de esto, estábamos tan desproveídos de todo lo necesario ansí de jarcia, como de bastimentos y armas que por momentos temíamos morir. Y demás de esto que si se nos ofreciera tener necesidad de un cable, o estoperol, o tachuelas para la bomba, o agujas e hilo para remendar las velas, no lo llevábamos, porque confiados que íbamos con el Armada, íbamos desapercibidos y a la misericordia de Dios.
Cabe recordar que el camino a Filipinas había sido recorrido por varias expediciones en el curso de aquel siglo y la ruta hacia esas islas era más o menos conocida. Por ello resulta comprensible la narración cuando señala que "estando en altura de siete grados y medio, mandó el piloto gobernar en nueve o diez grados, para ir en demanda de las Filipinas, como nos era mandado". En ese camino encontraron tres islas pequeñas dispuestas en triángulo, probablemente la actual Truk, y nuevamente se enfrentaron con los aborígenes, quienes los recibían con hostilidad: "los indios no hacían otra cosa, sino tirar piedras con hondas; las cuales tiran tan bien que creo que no hay hombres en el mundo que tan bien tiren, proque muchas de ellas alcanzaban el navío surto".

Viernes 18 de Enero guiñamos cuarta al noroeste y corrimos por este rumbo el lunes 22. Entonces dieron con una isla donde salieron en sus canoas multitud de indios. El piloto tomó una chamarra colorada y comenzó a hacerles señas que la tomasen y luego que la vieron los indios arremetieron por tomarla el que primero llegase y porque no se fuesen riendo como los demás de las otras islas, estaba ya la gente del navío presta con los arcabuses y un verso (*) lleno de piedras para tirarles. Luego que los indios llegaron, colgóse un hombre de los nuestros y metióle dentro y luego dio fuego al verso y a los arcabuses y el verso dio en una canoa que hizo gran daño a los ripulantes, aunque no tanto como merecían. Al muchacho lo vestimos y pusímos por nombre vicente por ser el día del Señor San Vicente.

(*) Verso, cañón pequeño.

Archipielago




Las Islas Marshall y las Carolinas fueron conocidas por portugueses y españoles desde el siglo XVI.



Punto de tránsito, refugio y naufragio.




miércoles, 8 de julio de 2009

El barco perdido (2)

El comandante Alonso de Arellano señala en su defensa que buscó por todos los medios reencontrarse con Legazpi y Urdaneta en las inmediaciones de Filipinas. En la versión modernizada por Mariano Cuevas se cuenta:
El día de Reyes, 6 de Enero de 1565, por la mañana, nos allegamos a una isla para parar en ella los diez días que nos eran mandados y vimos que eran 36 islitas puestas en triángulo; corren las aguas mucho por de luengo de ellas, que con llegar viento fresco, no podíamos romper la corriente. Tomó el sol este día el piloto en diez grados y un cuarto.
El domingo 7 se descubrieron otras islas; vimos una vela que venía (un barco) y llegándose muy cerca del navío vimos que venían en ella dos hombres y un muchacho. No había en estas islas más hombres que estos dos, que eran pescadores. Púsosele por nombre, Isla de Dos Vecinos.

El lunes 8 de Enero, vimos una isla; su gente es de buena disposición, altos de cuerpo, barbudos que les llega la barba a la cintura. Es gente codiciosa y gente del diablo, porque no puede ser menos, según la parte que ellos viven, apartada de tierra firme, más de mil leguas; son caribe y entiendo que comen carne humana(*). Son muy grandes nadadores: púsosele por nombre, Isla de Nadadores, porque se vinieron a nadar a bordo y estábamos más de una legua apartados de la isla.

De ahí partimos al día siguiente, en demanda de las Islas Filipinas, mal apercibidos, tanto que ni un escaupil ni una rodela, ni una munición para los arcabuces de los soldados me dieron, que todo lo guardaron (los de la Armada de Legaspi) para dármelo en la mar. Demás de esto que por todos éramos veinte personas con hombres y muchachos y otros (tan amedrentados) que de un indio pequeño, se les hacía un gigante, y de una mata, una floresta, y de una casa, mil. Lo uno por la poca experiencia que tenían y lo otro por la grande determinación que estos indios tienen porque no tienen miedo ni vergüenza.

El día 15 sobrevino otra tremenda borrasca de que nos libró nuestra Señora de la Consolacion y de Guadalupe, las cuales tríamos siempre por nuestras abogadas.

(*) El autor llama Caribes a aborígenes al otro lado del planeta.

El barco perdido (1)

Recordarán los lectores que el 9 de agosto de 2006 tres pescadores mexicanos fueron rescatados de las Islas Marshall, al noreste de Australia, luego de que pasaron meses perdidos en el océano Pacífico. Los náufragos mexicanos habían partido del puerto de San Blas en Nayarit, México, casi cien días antes de que fueran descubiertos a la deriva por un barco pesquero de Taiwán. "Delgados y hambrientos, pero sanos lograron sobrevivir en su embarcación capturando peces voladores y bebiendo agua de lluvia", señalaba la nota periodística de aquel momento (1).


La ruta de los náufragos

Pues bien, 442 años antes, una aventura similar le sucedió a un grupo de 20 marineros mexicanos que fueron a dar aquellas islas, anduvieron dando vueltas desde diciembre de 1564 y regresaron a la Nueva España en agosto de 1665. Se trataba del patache San Lucas, pequeña embarcación de abastecimiento que formaba parte de la flota de Legazpi rumbo a Filipinas.

La narración del comandante Alonso de Arellano y Lópe de Martín, que reproduciremos enseguida, habla de que estuvieron buscando al resto de la flota en los alrededores de Filipinas del 29 de enero hasta el 22 de abril de 1565. Para algunos historiadores esto es poco creíble, pues resulta extraño que ninguna noticia de su estancia en la zona se filtrara hasta los oídos de Legazpi en esas casi nueve semanas.

La tripulación del patache habría descubierto ocho islas en las Marshalls y las Carolinas, de las cuales el descubrimiento más notable fue Truk. Su embarcación regresó a la Nueva España antes que la Urdaneta, pero ello no significa que el comandante Arellano fuera el descubridor de la Tornavuelta, sino una curiosidad sin efectos en la definición de la ruta náutica.
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(1) El Universal, México, martes 15 de agosto de 2006.
(2) O.H.K.Spate The Spanish Lake. The Australia National University EPress, 2004, pp 104-105.

martes, 7 de julio de 2009

La aventura del patache San Lucas

En diciembre de 1564, un pequeño navío de acompañamiento, o patache de carga, que formaba parte de la Armada del Poniente que dirigía Legazpi,se perdió en el camino y regresó a puerto mexicano con su inexperta tripulación. El barquito de apenas 40 toneladas, sin velas de repuesto, llevaba por nombre San Lucas y es motivo de una de las más extraordinarias aventuras en las que aparecen marineros de origen mexicano.

Para evitar incriminaciones de que hubiera desertado de la nave capitana, el comandante Don Alonso de Arellano escribió un memorial que hoy ofrece el más curioso documento sobre esta etapa de transición hacia la nueva cultura que comenzaba a crearse en América.

El Patache San Lucas, quedó desderrotado (extraviado) el primero de diciembre de 1564, según escribe el comandante Arellano. Este hombre, debió ser un criollo aristócrata de la nueva España o por lo menos un español adelantado en México, según señala Mariano Cuevas .

Tal se echa de ver en los muchos giros y vocablos que usa y que son típicos y aún exclusivos de México. Un español auténtico, aún de los viejos colonos, no escribiría zozobra, ni razón con S, ni usaría tanto el verbo jalar (halar) ni emplearía el verbo escandalizar y empachar de los sentidos, respectivamente de hacer ruido y tratarse de una cosa. Mucho menos habría de hablar con la mayor naturalidad de escaupiles (de la voz mexicana Excecatl, algodón, huipilli, sayales).
Sólo un natural de México llama chiquihuites a los cestos, naguas a las faldas, huipiles a las camisas, frijoles a las habichuelas, ni habla con la mayor naturalidad como hace Arellano de mecates (cuerdas) tamales (pan de maíz).

Afirma Cuevas que lo que más hace resaltar el caracter mexicano de esta expedición, es la devoción contínua y colectiva, a la virgen de Guadalupe. Los náufragos del patache San Lucas llevaron el mástil a la ermita de la Villa en la ciudad de México.

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El relato de Arellano señala:

Primero día de Diciembre en la noche, fué tanto el viento, que nos hizo ir a Sudoeste, nos íbamos anegando y no podíamos poner el costado al mar, por ser, como era, el navío muy pequeño y raso. Se puso un farol en la popa, para que las naos de la Armada de Legazpi entendiesen el trabajo en que íbamos. Tuvimos puesto el farol toda la noche y nunca respondieron en toda ella y entendimos que el Armada se había psado adelante; corrimos todo el día sin verla, por la gran cerrazón y escuridad que hizo, que en aquellos veinte días vimos sol y ansí corrimos en demanda de la isla de los Reyes, como por la instrucción nos era mandado y fuimos por la altura de los nueve grados en que ella está.

Seguiremos la narración del comandante Don Alonso de Arellano hasta su regreso a México.

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Mariano Cuevas, Op. Cit. P 215 - 238.

viernes, 3 de julio de 2009

Tornavuelta


la misión del padre Andrés de Urdaneta fue aún más compleja que el llegar a Filipinas, ya que tenía la encomienda de encontrar una ruta de regreso a América y, según los conocimientos acumulados en su larga estancia en la región cuando era joven, sabía de la existencia de una corriente marítima que al norte del Ecuador permitiría completar el circuito hacia América. El reto era intentar una travesía en la que muchos habían fracaso y debía confiar en la información de fuentes ajenas que indicaban una corriente martíma que se mueve como las agujas del reloj, conocida en japonés como corriente negra o Kuro Shivo.
¿Sabría Urdaneta este secreto, o lo intuía?

El intrépido fraile inició de inmediato los preparativos de su viaje de retorno en la primavera de 1665 y logró comprobar los conocimientos científicos que poseía al trazar la llamada Tornavuelta. La corriente cálida septentrional se convierte en una corriente fría frente a las costas de California, lo que permite la llegada de barcos a territorio mexicano.

Este descubrimiento se convirtió en un verdadero secreto de Estado de España por varias décadas, hasta que piratas ingleses encontraron rutas similares en el siglo XVII. Desde 1565 hasta 1815 operó sobre esa ruta, con pocas modificaciones, lo que ha sido conocido como Galeón de Manila, Nao de China, Galeón de la Plata. De cualquier forma Manila pasó a ser un punto de comercio central para atraer las mercancías de la región asiática y donde se recibía la plata y otros productos americanos para comerciar con el Poniente.

Por siglos, la proeza del padre Urdaneta fue motivo de orgullo de los novohispanos, aún antes de que se formara una conciencia "nacional" mexicana. Asimismo se convirtió en una insignia de los agustinos con la que mostraban su capacidad y lealtad con la Corona.
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Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, de Michoacán, de N.P. Don Agustín en el tiempo que fue una con la del S. Nombre de Jesús de México, por Fray Diego de Basalenque, Edición Conaculta, México, 1989.

Mapa tomado de Monje y Marino, la Vida y los tiempos de Fray Andrés de Urdaneta, por Mariano Cuevas, S.J., Galatea, México, 1943.