Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Nuevos intentos 2


Apenas dos meses después de la llegada de la nave Victoria a Sevilla, la corona española ordenó la preparación de una nueva armada, esta vez enriquecida con los datos que aportaban los sobrevivientes de la expedición de Magallanes. De esta manera, el 13 de noviembre de 1522 el emperador Carlos V (1500-1558) firmó las capitulaciones requeridas para nombrar a fray García Jofre de Loaisa, quien era Comendador de la Orden de Santiago, para organizar una nueva expedición. La empresa marinera tendría a Juan Sebastián Elcano como piloto, que en ese momento era naturalmente el más capacitado para la empresa, pues acababa de llegar del otro extremo del mundo.

Con frecuencia se observa este capítulo de la historia como una gran empresa española, pero nuevas interpretaciones nos permiten analizar el enorme interés del joven emperador alemán Carlos V (en ese momento tenía 22 años) como una estrategia mucho más amplia, imperial, para consolidar su poder en el continente, en el que el ímpetu español fue decisivo.

Tenía en sus manos la insospechada conquista de América, con hábiles y ambiciosos capitanes, como Hernán Cortés (1485-1547), Diego Velázquez (1465-1524) o Francisco Pizarro (1471-1541), todos ellos pertenecientes a una generación mayor que la del emperador, pero al mismo tiempo Carlos V debía confrontar a los poderes de Inglaterra y Francia, los conflictos derivados de la reforma protestante y, como siempre, las limitaciones financieras.

Dotado de esos recursos económicos, políticos y humanos, Carlos V logró aprovechar el impulso para intentar la expansión hacia el Oriente, con el ánimo de contender por la supremacía en el escenario europeo. La meta de dominar la fuente de las especierías era una oportunidad apetitosa e ineludible para contrarrestar, entre otros, a los poderes de Portugal y de Venecia. En esas empresas disponía del financiamiento de sus compatriotas alemanes y no dudó en echar mano de la habilidad y conocimiento de exploradores portugueses (Magallanes) e italianos (Pigafetta).

Quede aquí esta reflexión acerca del interés del emperador por alcanzar el control de las islas de la especiería ya que, como se sabe, siete años más tarde, en 1529 vendió tales territorios a los portugueses por vía del Tratado de Zaragoza.

Pasaron más dos años, de1522 a 1525, para preparar esa expedición que sería la más costosa y monumental hasta el momento, con siete embarcaciones y 450 tripulantes, una demora que se explica precisamente por los cálculos que hacía el emperador para negociar, política y financieramente, con otras potencias europeas la expansión en aquellas latitudes, lo que lo convertiría indudablemente en la figura más poderosa del escenario político europeo.



En las instrucciones dadas por la corona a Loaisa se establece:
(...) por la presente vos nombramos por nuestro Capitan general de la dicha armada, desde que con la bendición de nuestro Señor se haga a la vela en la ciudad de la Coruña, hasta llegar a las dichas islas, porque a la vuelta que venga la dicha armada, ha de venir por nuestro Capitan general de ella la persona que por Nos fuere mandado, e vos habeis de quedar en las dichas islas para tener la gobernación de ellas: y asimismo vos nombramos por nuestro Gobernador y Capitán General de las dichas islas del Maluco, e hayáis y tengais la nuestra justicia cevil e criminal en la dicha armada, y en las dichas islas e tierras de Maluco, así de naturales dellas, como de otras cualesquier personas, así de nuestros reinos e señoríos, como de fuera dellos que en ellas estuvieren, e de aqui adelante a ellas fueren, e de las que fueren y anduvieren en la dicha armada.
Fechado en Madrid el 5 de abril de 1525.


La flota

La construcción de las siete naves suscitó una serie de problemas, que retrasó la salida de la expedición por casi tres años. Siete naves, seis naos y un patache, salieron el 24 de agsto de 1525 del puerto de La Coruña:



  • La nave capitana Santa María de la Victoria, de 360 toneladas, comandada por Loaisa
  • San Gabriel, de 156 toneladas, con Rodrigo de Acuña al mando
  • El patache Santiago, de 60 toneladas
  • Sancti Spiritus, de 240, con Sebastián Elcano al frente
  • Anunciada, también de 204
  • Santa María del Parral, de 96
  • San Lesmes, de 96 toneladas

Las cuatro últimas naves quedaban directamente bajo el mando de Juan Sebastián Elcano, como piloto mayor.

La ruta



Loaisa intentaría repetir la trayectoria seguida por Magallanes, con el respaldo de la experiencia de Elcano, pero enfrentaría muchas vicisitudes y peligros.
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Carlos Prieto, op.cit., pp. 59-61.


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