Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 25 de abril de 2010

Mito y leyenda

Reflexionemos un poco acerca del mensaje que hemos escuchado por siglos respecto a la evangelización católica en Asia, iniciada por portugueses y españoles en el siglo XVI.

La imagen de Francisco Javier domina claramente el panorama de aquella época, con su férrea voluntad por llegar a China y Japón. Pocos ponen en duda su capacidad para iniciar una obra duradera que tuvo sus mejores momentos a lo largo de un siglo de presencia jesuíta en esas naciones. Sin embargo, sería necesaria colocar un poco, sólo un poco, de realismo para observar la evolución posterior que tuvieron aquellas civilizaciones; en especial la china, que apenas fue tocada por la presencia del cristianismo militante.

La grandes civilizaciones asiáticas siguieron su camino como culturas basadas en una cosmogonía propia, extremadamente compleja, que adora a los ancestros y a un orden divino distinto al que se venera en Occidente. Sus estructuras sociales, culturales y políticas fueron suficientemente fuertes como para recibir y en algunos casos asimilar la influencia externa, sin sufrir un cambio radical en sus formas de vida.

Una joven académica de la Universidad de la Rioja aborda este tema cuando analiza las relaciones hispano japonesas en el siglo XVI. Sus observaciones son de interés para el conjunto de la relación de Europa y Asia. Además aporta en su texto un tono saludablemente provocador:

Sangre, mártires por la fe, gloria eterna, ínfulas de un imperio grandioso al que todas las naciones del mundo temen y envidian al mismo tiempo... Ésta es la sensación provocada en cualquier persona que se acerque a la literatura que versa sobre las relaciones hispano-japonesas durante los siglo XVI-XVII, aquel tiempo que ha sido llamado -obviamente, de manera pretenciosa y triunfalista- el Siglo Iberico nipón.

Este pretendido siglo cristiano dio comienzo en 1543 con la llegada de una pequeña embarcación portuguesa a las costas de Japón tras un naufragio. En efecto, a partir de entonces, los contactos entre Oriente y Occidente dejaron de ser casuales, y se estableció una relación continuada de tipo económico, religioso, diplomático e incluso cultural entre la península ibérica y la región asiática.

Para fines del siglo XVI, Castilla y Portugal ya habían perdido el monopolio de la navegación, y los ibéricos cedieron paso a las nuevas potencias marítimas en el liderazgo por el descubrimiento de nuevas tierras. Holanda e Inglaterra comenzaron a merodear por el Pacífico. El caso de Japón, los gobernadores evaluaron las nuevas posibilidades que aquellos visitantes les brindaban.

El llamado Siglo Ibérico (1543-1643) concluiría, en el caso de Japón, de una manera trágica con la rebelión de Shimabara de diciembre de 1637 a abril de 1638. Según numerosos autores, el hecho de que ésta tuviera lugar en una zona preferentemente cristiana, fue determinante para que el Shogun dictara el último y definitivo decreto anticristiano, que puso fin por razones obvias al contacto con las naciones católicas.

Sin embargo, Japón no quedó cerrado al mundo por completo. Permitió a Holanda el comercio a través de una nave anual, práctica que continuaría durante toda la era Tokugawa, hasta que con la Restauración Meiji (1864) Japón volviera a tener contactos con el resto de los países. De cualquier forma, la clausura nipona tampoco fue total, ya que siguió manteniendo relaciones con parte de China y Corea.

Agrega la investigadora que, en el siglo XX aparecieron numerosos estudios que rabasaron las interpretaciones tradicionales; por desgracia todos ellos demasiado parciales, o demasiado ligados a la historia de cada orden religiosa.

Los jesuitas toman la pluma para tejer loas y guirnaldas a sus grandes misioneros, empezando por San Francisco Javier; los franciscanos, para cantar orgullosos las glorias de sus hermanos muertos por la fe; y otro tanto, ya en tono menor, les ocurre a los dominicos y los agustinos, sin que falten en sus páginas, algunas veces acaloradas y con frecuencia demasiado apologéticas, piques y pullas en un debate en el que, a fin de cuentas, a todos les asiste la razón. Pocos ha elevado su vista más allá, esforzandose por completar el panorama en su conjunto.
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Ainhoa Reyes Manzano, "Mitos y leyendas sobre las relaciones hispano-japonesas durante los siglos XVI-XVII". Cuadernos de investigación histórica, No. 29, 2005, pp.53-76, Universidad de la Rioja.

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